Normandía, años después de la invasión aliada, y muchos años más desde que Guillermo el Conquistador tuviese la genial idea de invadir Inglaterra. El cuentakilómetros del auto va escupiendo las siguientes cifras: 60-80-100-120...
Personajes: Él se llama Mark y ella Joanna, conocida también como Pitu.
- Llevamos ya dos áreas de descanso, cinco autoestopistas y dos atropellos y aún no has dicho ni una palabra.
- ¿Qué quieres que diga?
- Estás enfadado, cuando no hablas o lees el ABC es que estás enfadado.
- No estoy enfadado.
- ¡ Pues habla! Me aburro...
- No puedo distraerme mientras conduzco, lee algo, ahí detrás hay un libro de historia de don Ricardo de la Cierva.
- ¿Y para qué quiero yo un libro de ese señor?
- Pues para divertirte, porque aunque pretende hacer historia de la buena, en realidad cuando lo lees uno se cree que está leyendo la Codorniz o una novela de Jardiel Poncela, risas aseguradas.
- Yo quiero que me hables y que me digas cosas bonitas. (Aquí el lector puede interactuar y decir cosas bonitas a la chica, no sea usted vergonzoso).
- Vale, te quiero, te amo, te adoro, te idolatro como si fueses un ídolo azteca.
- ¿Me amarás siempre? (¿Cuántas veces nos han hecho esa pregunta y nos hemos puesto a hablar de lo bien que afeita una gillette?)
- Mientras el médico no me recomiende otra cosa, sí.
- ¿Te gusta mi figura?
- Tu figura desbarata mis nervios, estimula mi onanismo militante y es el refugio de mis más bajas pasiones. Tu figura es extenuante, la raptaría para encerrarla en casa y enseñarla sólo a las visitas para darles envidia.
- ¿Qué es lo que más te gusta de mi figura?
- Tus muslos. Esos tres muslos que tienes me vuelven loco (Sí, el lector ha leído bien, ha dicho tres muslos). Cuando los acaricio mi corazón palpita con la misma velocidad que le tuvo que palpitar a Luis XVI frente a la guillotina. Son columnas que sostendrían el templo de la lujuria, y moriría de placer con ellos.
- Nadie muere de placer, no seas exagerado.
- ¿Y de qué mueren?
- De cáncer, de un dolor de muelas, de risa, de un catarro mal curado, de un atracón de mariscos, pero no de placer. ¡Quiero que me hagas tuya aquí en el coche, Mark! (Siguiendo las instrucciones del Santo Padre la parejita se entregará al acto sexual sin utilizar preservativos).
- ¡Moriremos de placer!
Personajes: Él se llama Mark y ella Joanna, conocida también como Pitu.
- Llevamos ya dos áreas de descanso, cinco autoestopistas y dos atropellos y aún no has dicho ni una palabra.
- ¿Qué quieres que diga?
- Estás enfadado, cuando no hablas o lees el ABC es que estás enfadado.
- No estoy enfadado.
- ¡ Pues habla! Me aburro...
- No puedo distraerme mientras conduzco, lee algo, ahí detrás hay un libro de historia de don Ricardo de la Cierva.
- ¿Y para qué quiero yo un libro de ese señor?
- Pues para divertirte, porque aunque pretende hacer historia de la buena, en realidad cuando lo lees uno se cree que está leyendo la Codorniz o una novela de Jardiel Poncela, risas aseguradas.
- Yo quiero que me hables y que me digas cosas bonitas. (Aquí el lector puede interactuar y decir cosas bonitas a la chica, no sea usted vergonzoso).
- Vale, te quiero, te amo, te adoro, te idolatro como si fueses un ídolo azteca.
- ¿Me amarás siempre? (¿Cuántas veces nos han hecho esa pregunta y nos hemos puesto a hablar de lo bien que afeita una gillette?)
- Mientras el médico no me recomiende otra cosa, sí.
- ¿Te gusta mi figura?
- Tu figura desbarata mis nervios, estimula mi onanismo militante y es el refugio de mis más bajas pasiones. Tu figura es extenuante, la raptaría para encerrarla en casa y enseñarla sólo a las visitas para darles envidia.
- ¿Qué es lo que más te gusta de mi figura?
- Tus muslos. Esos tres muslos que tienes me vuelven loco (Sí, el lector ha leído bien, ha dicho tres muslos). Cuando los acaricio mi corazón palpita con la misma velocidad que le tuvo que palpitar a Luis XVI frente a la guillotina. Son columnas que sostendrían el templo de la lujuria, y moriría de placer con ellos.
- Nadie muere de placer, no seas exagerado.
- ¿Y de qué mueren?
- De cáncer, de un dolor de muelas, de risa, de un catarro mal curado, de un atracón de mariscos, pero no de placer. ¡Quiero que me hagas tuya aquí en el coche, Mark! (Siguiendo las instrucciones del Santo Padre la parejita se entregará al acto sexual sin utilizar preservativos).
- ¡Moriremos de placer!
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