"CUAL SI QUISIERAN JUNTAR CIELO Y TIERRA, RUGEN, LLAMANDO A PUERTAS Y VENTANAS, MAS NO LOGRAN ENTRAR, Y ES MÁS GRATO NUESTRO DESCANSO EN LA SEGURA SALA".

jueves, 21 de febrero de 2013

LOS AMORES DE SHERLOCK HOLMES

-Watson, las mujeres de Whitechapel están hoy especialmente guapas.
- Me sorprende esa observación de un misógino como usted, ya que nunca se interesa por las mujeres, a excepción de las que están muertas o recurren a sus servicios.
- Es por falta material de tiempo...
- ¿Ha amado usted alguna vez, Holmes?
- Una vez. Fue en Dublín. Ella era bellísima como las mujeres bellísimas.
- ¿Sí? ¡Cuente, cuente! Esto me interesa más que los célebres crímenes de Williams y los M'’Kean.
- Me encontraba en Dublín intentando dar caza al asesino del arzobispo de Canterbury. ¿Recuerda usted ese caso?
- Claro que lo recuerdo. Encontraron al arzobispo asesinado a golpes con el tomo quinto de "Las andanzas de Atila y sus colegas". Sobre el cadáver había una nota que decía que el asesino era un autor de cuplés.
- Exactamente, Watson, pero luego resultó que la nota era solo para despistar a los de Scotland Yard, sin embargo, yo sabía que un autor de cuplés es incapaz de matar a un arzobispo, pero un empresario teatral o un diplomático chileno sí.
- Bien, pero cuente lo de la chica, estoy tan expectante con la historia como la vez que mi padre me metió en la Inclusa. ¿Cómo era ella? ¿Dónde la conoció?
- Ella estaba casada con un azucarero, y era la mujer más envidiada de todo Dublín y de Valladolid.
- ¿Por estar casada con el azucarero?
- No, por su belleza y por lo bien que cocinaba la tortilla de cebollas. Era de estatura media, delgada, dos ojos azules hermosísimos, bizca del ojo izquierdo, dos pechos capaces de amamantar a toda una tribu de indios jíbaros, y distinguida, muy distinguida.
- ¿Y las piernas?
- Dos.
- Entiendo.
- Cuando nos presentaron ella me comió con la mirada.
- ¿Y usted qué hizo?
- Abrí la boca estupefacto, y cuando iba a decir que me moría por morder los dedos de sus pies, su marido, el azucarero, se acercó a mi y me susurró que no se me ocurriese ni por asomo hacerlo, porque la señorita en cuestión hacía largo tiempo que abandonó la limpieza de esa parte de su anatomía.
- Entiendo...¿Le apetece un vermouth, Holmes?
- Solo si es con anchoas.