"CUAL SI QUISIERAN JUNTAR CIELO Y TIERRA, RUGEN, LLAMANDO A PUERTAS Y VENTANAS, MAS NO LOGRAN ENTRAR, Y ES MÁS GRATO NUESTRO DESCANSO EN LA SEGURA SALA".

miércoles, 12 de diciembre de 2012

TARDES DE VERANO

 
 
 
Personajes: Los dos de siempre más Miguelín (el hijo de ambos).
Decorado: Interior de un Iseta en el marco incomparable de la Casa de Campo (Madrid).

Él (Alegre).-No hay nada como pasar un domingo en la Casa de Campo.
Ella.-Pues Miguelín no opina lo mismo.
Él.-¿Miguelín? Pero ¿qué puede opinar un niño de un año de edad? Además, mira como sonríe.
Ella.-¿Cómo va a reírse con este calor? Sólo se te ocurre a ti irse al campo por la tarde en pleno mes de agosto.
Él.- No empieces que te conozco. El aire del campo es bueno para Miguelín.
Ella.- ¿Y los cuarenta grados?
Él.-¿Qué?
Ella.-¿Qué si los cuarenta grados son buenos para el niño y para la madre?
Él.- Claro que sí. Mira, yo hice la mili en Ifni y allí si que hacía calor. ¿Me pasó algo? No, pues a vosotros lo mismo.
Ella.- Mamá dice que de la mili viniste más tonto y que todas las bromas te las gastaban a ti.
Él (Colérico).- ¿Estaba tu madre allí? Aunque no me extrañaría, porque la tengo siempre encima. Me sorprende que no se haya querido venir con nosotros.
Ella.-Está durmiendo la siesta como cualquier persona con algo de sentido común.
Él.-Pues se va a perder estas vistas de Madrid y un paseo en mi cochazo.
Ella.-Pareces tonto y, sin embargo, lo eres.
El.-Déjame a Miguelín, que le voy a sentar en esa sombra para hacerle una foto.
Ella.-Ni se te ocurra sentarle en el suelo, que seguro que hay culebras y garrapatas.
Él.-Claro, y no me extrañaría que nos atacase un león. (A Miguelín) Ven acá, precioso, que papá te va a tirar unas fotos.
Ella.-Papá lo único que va a tirar es para casa, que este chicharrero no hay Dios que lo aguante.
Él.-Pero si acabamos de llegar, deja que le tire unas fotos al Miguelín.
Ella (Gritando).-¡Qué horror, estoy casada con el más tonto de Madrid!
Él.-Mira que me llevo al niño y te dejo aquí.
Ella.-No me extrañaría... Cuando éramos novios te gustaba dejarme sola en el campo e irte en el coche, porque sabías que me da mucho miedo.
Él.-Era joven y alocado.
Ella.-Eras tonto de remate. Anda, tírale una foto al niño conmigo en brazos y nos vamos, ¿vale?
Él.-Se acaba de dormir, mejor esperamos a que se despierte para que salga riendo.
Ella.-Aquí te quedas, querido. Voy a buscar un taxi y me voy a casa.
Él.-¿Con este calor te vas a poner a buscar un taxi?
Ella.-¡Estoy casada con el más tonto de Madrid!

domingo, 9 de diciembre de 2012

LOS SADISTAS

-¡Cásate conmigo!-dijo ella aquella calurosa tarde de... ¿Qué año era? Bueno, el año y la fecha en la que coronaron rey de Aragón a Ramiro el Monje son cosas que podemos pasar por alto.
Mi respuesta ante tan osada frase fue rugir de coraje. Imagine el amable lector el rugido, ya que hasta  a mí, por deferencia a ustedes, me da reparo representar.
-¿Casarnos?-acerté a decir una vez repuesto de aquella sorpresa.
-Sí. Seremos felices y...-dijo con candidez.
-¿Y comeremos perdices? -contraataqué.
-No, bobo. Seremos felices y tendremos muchos hijos -exclamó a punto de derramar varios centímetros cúbicos de lágrimas (recuerde el lector masculino que la mujer ha perfeccionado el arte de llorar en el devenir histórico como manera de sojuzgar al hombre y, vive Dios, que no le falla nunca. Sin embargo, a mí las lágrimas de una mema no me iban a ablandar).
-¿Hijos? -balbucí aterrorizado- ¿Quieres amargarme la vida casándote conmigo y dándome hijos?
En el ambiente se mascaba la tragedia y tabaco.
-¡Tú siempre has dicho que te gustan los niños!- exclamó con aire terrible y cara de fuego.
-A mí como me gustan los niños es con patatas -dije seguro de haber hecho una frase ingeniosa.
-¡Imbécil! Eso no tiene ninguna gracia -recibí como respuesta.
-¡Qué ganas tengo de estrangularte! -solté sin la certeza de haber hecho una frase ingeniosa.
-¡Atrévete, so memo!- respondió mientras descolgaba una maza con una cabeza de cinco kilos de la panoplia del salón.
Yo, con agilidad y antes de que descolgase la maza, la propiné un puntapié en el hígado que hizo las delicias de los habitantes de Tombuctú y Damasco. Ella aulló de dolor y de placer ante esa patada tan artísticamente dada. Cuando se recuperó me atizó con la maza para dejarme la cabeza giratoria por espacio de cinco minutos.
Puñetazos, patadas, mazazos, estocadas, disparos, mesas, sillas y cuadros rotos fueron las consecuencias de una pelea que acabó con los dos tirados sobre una alfombra persa manufacturada en Ciudad Real.
-Te adoro, pequeño- dijo extasiada mientras encendía un cigarrillo.
-Eres el disloque padre, amor mío- exclamé sonriendo.
Había olvidado decir que los dos éramos sadistas y alcanzábamos altas cotas de placer cuando nos pataleaban los riñones.

jueves, 6 de diciembre de 2012

LOS PLACERES DE LA CARNE

El cuentakilómetros empezó a escupir las siguientes velocidades: 50, 60, 80, 90, 100, 120 y ¡PUMMMMMM! El Hispano-Suiza T64 de Piluca de Llano se empotró con uno de esos árboles que suelen crecer a los lados de las carreteras y que de vez en cuando se abalanzan sobe los desprevenidos conductores.
Piluca, que a una complexión débil unía un histerismo crónico, no sobrevivió a tan fatal accidente, puesto que en los libros del Cielo estaba escrito que su muerte ocurriría en el año 1932, en un caluroso 5 de julio y sin haber conocido los placeres de la carne. Terrible destino el de irse a la otra vida sin haberse deleitado en los placeres de la carne, pero así estaba escrito en el Cielo, y contra ello no había recurso posible.
Nada más morir su ingrávida alma fue llevada por dos mozos sin categoría de ángeles a las Puertas del Cielo, donde había una cola que alcanzaba los tres kilómetros y doscientos metros, pues ese día estaba escrito que muriesen 3200 personas (a una por metro, si se dan cuenta). Allí había de todo como en botica: desde escritores de cuplés hasta galanes de monjas, pasando por falsificadores de pelucas y gente que se liaba el tabaco a máquina. Piluca, que como ya dije era histérica crónica, no pudo reprimir un agudo grito que solamente pudo ser sofocado por las dos bofetadas que uno de los mozos le propinó en el carrillo derecho.
 –Aquí se viene a recibir la vida eterna- dijo el mayor de los mozos, poniendo cara de alfombra persa. Pero ella en vez de callarse protestó, argumentado que ella no había pedido recibir la vida eterna con tan sólo veinticinco años y mucho menos sin haber caído rendida ante los brazos del hombre por el que bebía petróleo, que no era otro que su primo Alfredo, eterno opositor a Hacienda y cuyo secreto mejor guardado era el no revelar a nadie que era un memo, no obstante sospecharlo todo el mundo. Sin embargo, los argumentos de Piluca fueron refutados por una sonora bofetada del mayor de los mozos. Y es que éstos tenían órdenes de San Pedro de atizar al primero que protestase. Cosas de San Pedro…La pobre Piluca no tuvo más remedio que callarse y ponerse en la cola para esperar que le llegase el turno de ver a San Pedro y que éste le otorgase una suite en el Cielo.
Tras tres horas de espera se encontró delante de San Pedro. Éste la miró de arriba abajo y tras sopesarlo unos instantes se preguntó si era justo o no que alguien acabase su vida sin haber probado los placeres carnales, por lo que decidió telefonear a la más alta instancia (San José, que en aquel caluroso mes de julio sustituía a Dios, pues éste se había tomado unas vacaciones previniendo el duro trabajo que le esperaba en los próximos años: una guerra civil en España y una mundial). San José, con plenos poderes, decidió otorgar a Piluca un plazo de 48 horas para que probase los placeres de la carne antes de entrar en el Cielo, por lo que se la devolvió de nuevo a la Tierra. Atónitos quedaron todos cuando vieron como Piluca en vez de dirigirse a casa del memo de su primo Alfredo se encaminaba al Gaucho Feroz, un coqueto restaurante argentino ubicado en la calle Claudio Coello de Madrid (consulte planos), en el que se hizo servir un filete que pesaba cerca de tres kilos. Tras terminar, no sin dificultades, aquella masa de carne, se dirigió a su casita, donde se abalanzó sobre la cama para hacer la digestión y esperar a que se la llevasen de nuevo al Cielo.
-Piluca era vegetariana desde antes de nacer, por eso no había probado los placeres de la carne- dijo San José.
-Piluca es tan imbécil como su primo Alfredo- apostilló san Pedro mientras se limaba las uñas.
-¿Qué hacemos con ella?- preguntó uno de los mozos.
Se trata de un malentendido, ella no tiene la culpa- dijo San José, que ese día estaba más guapo que un San Luis.
-¿Pero la subimos al Cielo o la dejamos en su cama haciendo la digestión?- preguntó San Pedro en falsete.
Tras sopesarlo durante unos instantes, San José decidió dejarla vivir, pero a cambio se subieron a el memo de Alfredo, que tampoco había probado los placeres de la carne, y no precisamente por ser vegetariano. “Quid pro quo”, le dijo uno de los mozos mientras le soltaba una sonora bofetada de bienvenida.

martes, 4 de diciembre de 2012

PATITAS DE BAILAORA

Personajes: Patitas de bailora y un servidor de ustedes.
Decoración: Saloncito decorado con gusto y aire moderno. Una puerta en el lateral derecha y otra en la izquierda. A la derecha una enorme biblioteca repleta de libros y de revistas. Un mesita con una lámpara, un teléfono y uno de los soldados de plomo de mi colección particular, que representa a un suboficial del Regimiento de Lanceros Bengalíes. Además, en el suelo del salón hay varios cientos de fusileros granaderos de la Guardia de Napoleón, una compañía entera de fusileros del Batallón de Neuchatel y dos escuadrones de dragones de la Guardia de Napoleón. Patitas de bailaora odia esas extrañas aficiones mías, lo que provoca que discutamos de lunes a viernes una media de diez veces al día.

-¡Esto es inaudito!
-¿El qué?
-¿El qué? Mascachapas, pues que son las tres de la madrugada y a ti se te ocurre llenarme el salón con tus soldaditos de plomo e imitar con tu garganta el sonido de disparos, caballos y marchas militares. ¡Cretino!
-Es que no podía dormir y…
-Pues te tomas una pastilla para dormir como hace todo el mundo.
-Ya sabes que no me gusta tomar nada.
-Yo ahora te hacía tomar estricnina, querido.
-Bueno, no te pongas así, ahora mismo los guardo y me acuesto.
-¿Qué no me ponga así? Como el señor mañana se levantará a eso de las tres de la tarde…Pero el resto de personas de este mundo trabajamos, ¿entiendes? Y yo mañana madrugo, pero claro, qué vas a entender tú si no has trabajado en tu vida.
-Mi abuelo siempre decía que trabajar no es bueno para la salud.
-Claro, y tú le hiciste caso. ¡Tú abuelo! Otro que no trabajó en toda su vida…
-Era político.
-Pues eso.
-¿Quieres decir que los políticos no trabajan?
-No mucho, pero a tú lado trabajan más que chinos.
-Ahhhh, si te pones así mañana mismo salgo a buscar trabajo.
-¡Me pongo como me da la gana! Estoy harta de tus soldaditos de plomo, de tu afán por llenarme la casa de libros y de vinilos a costa de mi dinero y de esa manía que te ha entrado de comerlo todo con palillos chinos. Y mejor no hablo de ese bigotito que te has dejado…
-Pero, patitas de bailaora, algo habrá que no te disguste de mí.
-Pues ahora mismo no caigo…
-Cuando me conociste dijiste que querías serlo todo de mí.
-Pues esta noche me gustaría ser tu viuda.
-¡Te has pasado! Me voy a casa de mis padres mañana tras el desayuno.
-No, mascachapas, digo, querido. Quédate, lo dije sólo en broma.
-¿Seguro?
-Tan seguro como que el Tajo pasa por Toledo.
-Bueno, me quedo porque te quiero. De lo contrario me iba a casa de mis padres.
-Yo también te quiero.
-¿Cuánto?
-De aquí a Damasco.
-Eso es mucho, ¿no?
-Una barbaridad.
-Bueno, entonces guardo mis soldaditos y tú espérame en la cama, que te voy a atacar en orden oblicuo como Epaminondas.
-¡Tienes más salidas que un centro comercial! Pero espera a que los lectores se vayan, que ya sabes que soy muy pudorosa.

TELÓN

lunes, 3 de diciembre de 2012

TEATRO IRREPRESENTABLE I


Normandía, años después de la invasión aliada, y muchos años más desde que Guillermo el Conquistador tuviese la genial idea de invadir Inglaterra. El cuentakilómetros del auto va escupiendo las siguientes cifras: 60-80-100-120...
 Personajes: Él se llama Mark y ella Joanna, conocida también como “ Pitu”.

- Llevamos ya dos áreas de descanso, cinco autoestopistas y dos atropellos y aún no has dicho ni una palabra.
- ¿Qué quieres que diga?
- Estás enfadado, cuando no hablas o lees el ABC es que estás enfadado.
- No estoy enfadado.
- ¡ Pues habla! Me aburro...
- No puedo distraerme mientras conduzco, lee algo, ahí detrás hay un libro de historia de don Ricardo de la Cierva.
- ¿Y para qué quiero yo un libro de ese señor?
- Pues para divertirte, porque aunque pretende hacer historia de la buena, en realidad cuando lo lees uno se cree que está leyendo la Codorniz o una novela de Jardiel Poncela, risas aseguradas.
- Yo quiero que me hables y que me digas cosas bonitas. (Aquí el lector puede interactuar y decir cosas bonitas a la chica, no sea usted vergonzoso).
- Vale, te quiero, te amo, te adoro, te idolatro como si fueses un ídolo azteca.
- ¿Me amarás siempre? (¿Cuántas veces nos han hecho esa pregunta y nos hemos puesto a hablar de lo bien que afeita una gillette?)
- Mientras el médico no me recomiende otra cosa, sí.
- ¿Te gusta mi figura?
- Tu figura desbarata mis nervios, estimula mi onanismo militante y es el refugio de mis más bajas pasiones. Tu figura es extenuante, la raptaría para encerrarla en casa y enseñarla sólo a las visitas para darles envidia.
- ¿Qué es lo que más te gusta de mi figura?
- Tus muslos. Esos tres muslos que tienes me vuelven loco (Sí, el lector ha leído bien, ha dicho tres muslos). Cuando los acaricio mi corazón palpita con la misma velocidad que le tuvo que palpitar a Luis XVI frente a la guillotina. Son columnas que sostendrían el templo de la lujuria, y moriría de placer con ellos.
- Nadie muere de placer, no seas exagerado.
- ¿Y de qué mueren?
- De cáncer, de un dolor de muelas, de risa, de un catarro mal curado, de un atracón de mariscos, pero no de placer. ¡Quiero que me hagas tuya aquí en el coche, Mark! (Siguiendo las instrucciones del Santo Padre la parejita se entregará al acto sexual sin utilizar preservativos).
- ¡Moriremos de placer!

domingo, 2 de diciembre de 2012

REGRESO AL CASTILLO DE LA INDOLENCIA


Hacía mucho tiempo, querido lector, que no echábamos un vistazo por las espaciosas salas del castillo de la Indolencia. Pero se acercaba el buen tiempo y con él las ganas de pescar bacalao en Escocia. Debido a ello dejé de nuevo mi vida de Sardanápalo en Madrid y me fui a pasar una temporada a mi castillo escocés.
Mi llegada, a fuer de no haber sido avisada, cogió por sorpresa a toda la servidumbre, ya que en el momento en el que entraba en el salón principal me encontré a todos entregados a las más odiosas prácticas: las doncellas entonando desvergonzadas canciones marineras y haciendo la conga; los mozos de cuadras cepillándose los dientes; Harry, mi mayordomo con cara de perro lulú, imitando con la garganta el sonido de una zambomba; Polly, la cocinera, friendo patatas fritas al lado de un cuadro de Anthony Van Dick que representaba al rey Carlos Estuardo saltando a la comba; Niegel, el jardinero con hipo crónico, frotándose las manos y tumbado en mi diván con laxitud oriental; lord Brunell, el fantasma del castillo, haciendo punto de cruz; y, por último, Alice, la bibliotecaria, chupando caramelos con expresión imbécil.
Ninguno, entregados como estaban a tan desvergonzados actos, se percató de mi presencia, pero en cuanto dejé mi paraguas y mis maletas en el suelo solo pude decir lo siguiente:

"¿ ANSIÁIS MORIR, HIJOS DE LA GRAN BRETAÑA?"

Sorprendidos se quedaron quietos mirándome con caras de indios navajos. Ninguno sabía qué hacer, se miraban unos a otros y nadie, ni siquiera Carlos Estuardo, sabía qué decir. No se esperaba mi visita y el sorprenderlos de aquella guisa tornó mi rostro, siempre alegre y despreocupado, en terrible como una carga de caballería mongola. Harry, mi fiel mayordomo, fue el que, en nombre de todos y arrastrándose como una serpiente hasta mis pies, me pidió perdón, no sin antes haberme llenado mis maravillosos escarpines negros de besos y babas. Unos siglos atrás les habría torturado hasta la muerte, pero estábamos en el siglo XX y no podía hacer esas cosas. Sin embargo, decidí castigarles de una manera casi tan atroz como la muerte, por lo que me propuse organizar espectáculos flamencos y zarzuelas todas las noches, a los que deberían asistir sopena de perder su empleo.
Este pequeño incidente no perturbó los alciónicos días que pasé en Escocia pescando bacalao, fumando cigarros de ochenta centímetros, amando a lady Alicia, la esposa de lord Altamont, y comiendo fiambre. Así pasaban los días uno tras otro, sin preocupaciones y sin altramuces, hasta que un trágico suceso vino a violar la felicidad en la que me encontraba. Sucedió una noche de junio, a eso de las doce, justo en el momento en el que lord Brunell, como buen fantasma que era, hacía sus fechorías nocturnas por el castillo. En ese instante bajaba yo por una de las escaleras de caracol de la torre norte a la cocina para prepararme unos huevos fritos con chorizo antes de irme a la cama, cuando escuché un alarido que me heló la sangre. El grito provenía de la biblioteca, y hacía allí fui corriendo al igual que el resto de la servidumbre que, alarmados, saltaron de sus camas para ver lo que sucedía. Al llegar a la biblioteca nos encontramos con algo horrible: Alice, la bibliotecaria, se hallaba muerta en el suelo sobre un charco de sangre de aproximadamente 170 centímetros de largo por 55 de ancho, y con un puñalito muy mono clavado en el costado. Polly cayó desmayada lo más elegantemente posible. Niegel vomitó emitiendo un desagradable sonido gutural que, sabiendo que están muy interesados en conocer, reproduzco a continuación: ¡Beurkkk!
 
(Continuará...)