"CUAL SI QUISIERAN JUNTAR CIELO Y TIERRA, RUGEN, LLAMANDO A PUERTAS Y VENTANAS, MAS NO LOGRAN ENTRAR, Y ES MÁS GRATO NUESTRO DESCANSO EN LA SEGURA SALA".

jueves, 6 de diciembre de 2018

CUATRO CRÍMENES Y MEDIO SIN RESOLVER


La mesa estaba llena de libros. En la misma destacaban una elegante edición del Decamerón, el libro de Remarque, la biografía de Lina Morgan (prologada por J.J. Santos) y varias novelas de Sven Hassel. Y digo destacaban, porque estos libros se encontraban llenos de moscas, como si éstas se hubiesen decantado sólo por estos libros y hubiesen dejado el resto en paz. Había en la mesa también gran cantidad de papeles, sin duda, notas o escritos de alguna de sus próximas obras. Al lado -justo en el lugar en el que se encontraba un grupo escultórico de cinco metros de ancho por dos de alto, que representaba a la tuna de agrónomos rondando al rector- yacía en el suelo la piel de la que tuvo que ser una hermosa pantera. Colgaban del techo, además, varias fotos, dedicadas todas, de diversas celebridades. Así, pudimos ver fotos de Juan Pablo II, Ronald Reagan, Fernando Vizcaíno Casas, Federico Martín Bahamontes, Miterrand y Tip y Coll. 
Pero todo esto descrito anteriormente con la destreza de un escritor de novelas psicológicas no fue lo más destacable que nos encontramos al entrar en el cuarto de trabajo de aquel novelista. No, mi compañeros y yo (policías, para más señas) nos encontramos con el cadáver del famoso novelista Mariano Pérez García, que con ese nombre a todos nos sorprendía que hubiese alcanzado tanta celebridad con sus novelas, entre las que destacaban algunas tan conseguidas como; O tu amante o yo, Zapatitos de charol y Los crímenes del agregado de la legación de Madagascar. Mariano Pérez García, que dos años atrás había recibido el Nobel de literatura y un estacazo en la nuca de un literato envidioso- yacía en el suelo mirando al techo y con el cráneo roto probablemente por la barra de hierro que se encontraba al lado de la cabeza-. No sabíamos su edad, pero mi ayudante aventuró que tenía una edad comprendida entre los cuarenta años y la muerte. Dado que la muerte le había sobrevenido no hace mucho, teníamos que descartar este límite temporal y quitarle la cartera para ver su D.N.I. y terminar las especulaciones. Tenía cuarenta y dos años, y su verdadero nombre era Celestino García Pérez. Al saber este detalle todos nos miramos con expresión imbécil y a punto de estallar en carcajadas, sin embargo, la presencia del cadáver nos hizo contenernos. El cuerpo estaba aún caliente, por lo que no hacía mucho que había sido asesinado, porque Mariano o Celestino había sido asesinado. Pero ¿quién habría sido? Esta -y otras preguntas tales como: ¿Me saldrá la declaración de la renta a devolver? ¿Y si no pago más a mi sastre? o ¿Pongo mañana cocido para comer?-, me hice, pero nadie supo responderme.
Continuará.

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