-Te amo, pequeña.
-Yo a ti tambi...
-¿Qué?
-Que yo tambi..
-¿Tambi?
-Si me sacaras el dedo
de la boca podría terminar las palabras. Decía que yo también te quiero.
-¿De verdad? ¿Y cuánto?
-Así ahora mismo no
sabría decirte, pero calcula el número de cacahuetes que te comes al año y lo
multiplicas por cuarenta.
-¡Mon dieu! Entonces me
quieres mucho.
-Eso o es que comes muchos cacahuetes...
-¡Qué sería de mi si tú
no estuvieras!
-¿Qué son los reyes
cuando los abandonan sus ejércitos sino perfectas sombras en un día sin sol?
-Eres una niña pera.
Esa frase no es tuya. Siempre dándotelas de sabelotodo, pero a pesar de ello te
adoro, eres tan hermosa…
- ¿Soy hermosa?
-Mucho.
-¿Y cuánto?
-Tanto como una mujer hermosa.
(La melosidad del diálogo llevará a algunos a
pensar en la miel y a otros a pensar en el suicidio).
-Te quiero, orejón,
desde el primer momento en el que me ofreciste tu amor.
-Por aquel entonces
pude permitirme el lujo de ofrecértelo porque estaba a un precio muy bajo…
-¿Nunca te han llamado
imbécil?
-¡Y hasta cupletista!
-Cuando te vi por
primera vez el amor, el deseo sexual, la felicidad y la pasión bailaron un fox-trot
en mi cerebro.
-A mí me ocurrió lo
mismo, me dije que si no te hacía mía esa misma noche me iría para siempre a
África a cazar elefantes.
-Te vi tan provinciano,
anodino, imbécil y sin un duro que decidí hacerte mío.
-Dejemos de hablar y
vayamos a por el quinto asalto, pequeña.
Los protagonistas se dirigen a por el quinto asalto
y un operario de Zamora, cuya mujer le engaña con su sastre, deja caer el
TELÓN
TELÓN